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Antaño fue una próspera metrópolis ubicada en una crucial zona petrolera de Venezuela.
Esa ciudad llamada Maracaibo, ya no existe.
En la actualidad está llena de casas abandonadas, algunas con aspecto de haber sido bombardeadas, porque los propietarios arrancaron ventanas y tejados para venderlos como chatarra antes de emprender viaje a Colombia, Chile y Estados Unidos. Los barrios de clase media están llenos de carteles de “se vende” y patios cubiertos de maleza.
Por las calles circulan pocos autos y hay menos delincuentes para robarlos. Las cenas de Navidad, que antes estaban repletas de parientes ruidosos, son eventos solitarios a través de las cámaras web.
Casi ocho millones de personas —más de una cuarta parte de la población— han huido de Venezuela en los últimos años, empujadas por la miseria económica y la represión política.



