


[Estamos en WhatsApp. Empieza a seguirnos ahora]
En los días soleados de 2022, al empresario de criptomonedas Brock Pierce le gustaba llevar a sus amigos a navegar a la isla de Vieques, localizada a unos 120 kilómetros de su casa en Puerto Rico. Pierce quería alardear de una propiedad que describía como “la pasión más importante de mi vida”: un complejo turístico junto a la playa, antes glamoroso, que había comprado recientemente por más de 15 millones de dólares.
En su apogeo, el complejo, un hotel W, contaba con un spa de unos 557 metros cuadrados, restaurantes dirigidos por un chef con estrellas Michelin y vistas panorámicas del océano; era una fuente clave de empleo en el sector turístico de Vieques. En 2017, el huracán María ocasionó daños en el hotel y lo obligó a cerrar. Pierce planeaba reabrirlo, utilizando sus criptoriquezas para revitalizar tanto la deslumbrante propiedad como la economía local.
Pierce, quien fue un actor infantil, sabía cómo montar un espectáculo. En sus viajes a Vieques, anclaba su yate de fabricación italiana en un puerto local y luego llevaba a sus invitados hasta las puertas del W cerrado, a lo largo de un tramo de playa por el que deambulaban caballos salvajes.
“Esta fue mi gran apuesta personal”, dijo Pierce hace poco. “Aquí estaba mi corazón”.
Pero el despliegue de opulencia de Pierce era una suerte de ilusión. Al igual que muchos otros proyectos ostentosos que ha iniciado en Puerto Rico, el renacimiento del hotel ahora está sumido en facturas impagadas y disputas legales. El otoño pasado, Pierce perdió el W en una disputa con otro inversionista. El hotel sigue cerrado, con las ventanas destrozadas y el suelo cubierto de moho y estiércol de caballo. Una tumbona de 17.000 dólares, diseñada por una destacada arquitecta española, acumula polvo en el atrio vacío.
